Absceso maxilar es una infección e inflamación del tejido del organismo caracterizado por la hinchazón y la acumulación de pus.
Un absceso maxilar es una acumulación de pus, generalmente causada por una infección bacteriana.
Cuando las bacterias invaden el tejido sano, la infección se extiende por toda el área. Algunas células mueren y se desintegran, dejando espacios en los que se acumulan líquido y células infectadas. Los glóbulos blancos, los defensores del organismo contra la infección, se desplazan hacia estos espacios y después de engullir a las bacterias, mueren. La acumulación de glóbulos blancos forma el pus, una sustancia cremosa que llena la zona. A medida que el pus se deposita, el tejido sano es desplazado. Al final este tejido acaba creciendo alrededor del absceso hasta rodearlo; el organismo intenta de este modo evitar una mayor extensión de la infección. Si un absceso se rompe hacia dentro, la infección puede extenderse tanto por el interior del cuerpo como bajo la superficie de la piel, dependiendo de dónde se encuentre el absceso.
Los abscesos aparecen cuando se infecta un área de tejido y el cuerpo es capaz de "aislar" la infección y evitar que se extienda. Los globulos blancos, que son la defensa del organismo contra algunos tipos de infección, migran a través de las paredes de los vasos sanguineos al área de la infección y se acumulan dentro del tejido dañado. Durante este proceso, se forma el pus, que es una acumulación de líquidos, glóbulos blancos vivos y muertos, tejido muerto y bacterias o cualquier otro material o invasor extraño.
Los abscesos pueden formarse en casi cualquier parte del organismo y pueden ser causados por organismos infecciosos, parásitos y materiales extraños. Los abscesos en la piel son fácilmente visibles, de color rojo, elevados y dolorosos; mientras que los abscesos que se forman en otras áreas del cuerpo pueden no ser tan obvios, pero pueden causar mucho daño si comprometen órganos vitales.
- Abscesos dentales: es una complicación de la caries dental y también puede resultar de un trauma al diente. Las aberturas en el esmalte dental permiten que las bacterias infecten el centro del diente o pulpa dentaria. La infección puede propagarse desde la raíz del diente hasta los huesos que lo sostienen ocasionando acumulación de pus e inflamación de los tejidos internos del diente.
Signos y exámenes
Con frecuencia se obtiene una muestra de líquido del absceso y se le hace un cultivo para determinar los organismos causantes del mismo. Ver los tipos individuales de abscesos.
El lugar donde se localiza un absceso y el hecho de que interfiera o no con el funcionamiento de un órgano o un nervio determina sus síntomas. Éstos pueden incluir dolor espontáneo o a la presión, sensibilidad, calor, hinchazón, enrojecimiento y posiblemente fiebre. Si se forma justo por debajo de la piel suele aparecer como un bulto visible. Cuando está a punto de romperse, su parte central adopta un color blanquecino y la piel que lo recubre se vuelve más delgada. Un absceso formado en lo más profundo del cuerpo crece considerablemente antes de provocar síntomas. Al pasar inadvertido, es probable que a partir de éste se disemine la infección por todo el organismo.
Los médicos pueden reconocer fácilmente un absceso que se encuentra sobre la piel o debajo de la misma, pero a menudo cuesta detectar los que están en la profundidad. Cuando una persona padece este tipo de abscesos, los análisis de sangre suelen revelar un número anormalmente alto de glóbulos blancos. Las radiografías, la ecografía, la tomografía computadorizada (TC) o la resonancia magnética (RM) son pruebas que pueden determinar su tamaño y posición. Debido a que los abscesos y los tumores suelen causar los mismos síntomas y producen imágenes similares, para llegar a un diagnóstico definitivo suele ser necesaria una muestra de pus o bien la extirpación del absceso quirúrgicamente para examinarlo al microscopio.
La mayoría de los tipos de abscesos son tratables.
Tratamiento
Los abscesos suelen desarrollarse en la cabeza y el cuello, particularmente detrás de la garganta y en las glándulas salivales de las mejillas (glándulas parótidas). También pueden formarse abscesos en el cerebro.
Los abscesos localizados detrás y a un lado de la garganta (abscesos faringomaxilares) suelen derivar de infecciones de garganta, incluyendo las de amígdalas o de adenoides. Los niños tienen más probabilidades que los adultos de sufrir este proceso. También puede formarse un absceso dentro de un ganglio linfático localizado junto a la garganta (absceso parafaríngeo). Con menos frecuencia, estos abscesos provienen de una infección cercana, como por ejemplo la existente en un diente o en una glándula salival.
Además de tener fiebre y dolor de garganta, la persona se siente enferma. Puede resultar difícil abrir la boca. La infección puede extenderse, ocasionando hinchazón del cuello. Si el absceso daña las arterias carótidas del cuello, puede coagularse la sangre en las mismas o bien ocurrir una hemorragia masiva.
También puede formarse un absceso en la salida de una de las glándulas parótidas. Suele estar causado por una infección que se propaga desde la boca. Esta clase de absceso se produce típicamente en personas de edad avanzada o en enfermos crónicos que tienen la boca seca como consecuencia de una insuficiente ingestión de líquidos, o bien a causa de ciertos fármacos, como los antihistamínicos. Los síntomas incluyen dolor y tumefacción en una mejilla, fiebre y escalofríos que comienzan de forma repentina.
Prevención
La prevención de los abscesos depende de su localización y causa. Por ejemplo, una buena higiene es importante para la prevención de los abscesos cutáneos y con la higiene dental y los cuidados de rutina se previenen los abscesos dentales.
Las causas más frecuentes de inflamación son las infecciones bacterianas, víricas y fúngicas. La acción de estos agentes etiológicos se ve favorecida por noxas físicas, como las radiaciones, el calor, la presión –por ejemplo, la sobre compresión de una prótesis bucal–, y químicas –como el humo y el alcohol–. La inflamación de la mucosa oral en general se denomina estomatitis y puede afectar toda la cavidad oral y el espacio oro-faríngeo o sólo determinadas regiones, como la mucosa yugal (pared interna de las mejillas), el paladar, el piso de la boca, sólo los labios(queilitis), la lengua (glositis) o la mucosa alveolar (gingivitis).
Dentro de las formas agudas más comunes los procesos inflamatorios de las mucosas pueden ser: Vesículo-ampollares, vesículo-erosivas o ulcerativas, purulentas o úlcero-necróticas.
¿Cuál es el tratamiento en un caso severo con exposición ósea, como en la primera foto del artículo?
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